Cada vez que leo a “un profeta” o un “apóstol” decretando o
diciendo: “Yo profetizo” o “yo decreto”, no
sólo veo el ego –el yoismo-
por delante, sino la vanidad de presumir que sus palabras sí son
inspiradas (vinculantes y refrendadas) mismas que no se aproximan a
la humildad de Jesús –el hijo de Dios- quien nada presumió,
mientras quienes se dicen seguidores Suyos no cesan en querer hacerse
llamar “padres”, “líderes”, “profetas” o “apóstoles”,
incluso valiéndose de la carta de otro megalómano a quien siempre
llamé Saulo Pablo, quien, en un intento por apuntalar su ministerio
(improbablemente menos inspirado que los 12 apóstoles) en cierta
oportunidad llamó a aquello (escogidos directa y públicamente por
el Señor Jesús) “súperapóstoles”, usando las siguientes
palabras:
“…considero que en nada soy inferior
a esos «superapóstoles.” (2Co 11:5) [NVI]
“Mas yo pienso que en nada he sido
inferior a aquellos grandes apóstoles.” (2Co 11:5) [RVG]
¡Aquellos “superapóstoles” estuvieron 3 años con el Señor
Jesús!
Ellos le vieron sanando, enseñando y orando muchas veces, sanando a
los enfermos –conmovido quizá- llorando por la muerte del amigo
Lázaro, luchando ante endemoniados o afligidos… ¿Es poco eso,
presumido Saulo Pablo? Ellos vieron al Hijo de Dios, humanizado.
Desde luego, Saulo Pablo no estuvo en las tertulias de aquellas (ni
participó en reparos) donde los 12 escogidos se preguntaban -quizá
comparando méritos de unos versus otros- quién sería el más
grande de ellos, una vez que el Maestro partiera.
Jesucristo
dijo: “Si
alguno quiere ser el primero, será
el postrero de todos, y el
servidor de todos.”
(Marcos 9:34).
Cuando
Pablo dijo: “Doy gracias a Dios
que hablo en lenguas más que todos ustedes…”
(1Cor 14:18) ¿Presumía, o afirmaba algo que era cierto?
El
servidor de todos no
se jacta
de su condición humilde. Alguien que esté seguro de ser quien sea
no necesita el halago ni el reconocimiento de lo que se haga o sea y,
aunque las apreciaciones sinceras son buenas
personalmente, la
lisonja de los halagos desfigura, atacando a lo inflable y voluble
del ego.
El
ego tiende en descarrilarse diciendo “soy
más que tú”
en lugar de dominarnos y evitar la vanidad grosera del engreimiento.
Cuando
Miriam buscaba que Aarón la apoyara, ella quiso desplazar y
descentrar el liderazgo -desde su hermano Moisés- hacia ella:
“¿Solamente
por Moisés
ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?” (Núm.
12:2) poniendo en duda la credibilidad de aquel quien la había
ganado por elección divina, por esfuerzo y lucha personal, mientras
que ella lo obtuvo por efecto baraja y secundario, siendo ella
hermana de Aarón y de Moisés.
Cuando
Jesús aconsejaba no ser como fariseos o como aquellos que desean
lisonjas, promovía la humildad humana de Sus apóstoles –no la
vanidad del ególatra- que busca la fachada de la religión como
catapulta a la fama y el dinero.
“No
te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que
tú esté convidado”
(Luc 14:8-11) ¡Siéntate
en el último lugar!...
“cualquiera
que se enaltece, será humillado.”
“No
permitan que a ustedes se les llame “Rabí”, porque tienen un
solo Maestro, y todos ustedes son hermanos.”
(Mat 23:8)
Hallo
contradictoria la actitud
egolátrica
de aquellos que se autonombran “profetas”, “apóstoles”, etc.
versus las
enseñanzas de Jesús
que promueven la humildad ¡sin sacerdocio! Ni envanecimiento por
títulos nobiliarios de la realeza “espiritual”… Esto
cesó
cuando Tito destruyó el templo de Jerusalén y, además, ¿Ustedes y
yo somos judíos?
“…ustedes
son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa
espiritual.
De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo.”
(1Pe 2:5)
Cuando
alguien trata de justificar su vocación o decisión espiritual
–trascendental- de servir a Dios, y comienza a mostrar faltas de
autoestima, no sólo adolece de fe legítima, sino que desea ser
visto como un ídolo y el resto de los creyentes ¿es menor que él o
ella? ¿Tiene Dios al ególatra por favorito? (sólo Jesús alcanzó
Su agrado):
“Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.”
(Mat 3:17)
Por
favor, ponga en duda a todo aquel que se haga llamar ángel
iluminado
o ungido.
Aléjese, tan pronto como pueda, de aquellos que se hagan llamar
“apóstoles”, “maestros” “o profetas” pues, si ha leído
bien la Biblia, notará que ninguno de sus siervos presumía de ello.
La
única excepción es el Señor Jesús:
“Y
tú, niño, profeta
del Altísimo serás
llamado…”
(Lucas 1:76).
“El
enviado (ἀπέστειλεν)
de Dios comunica el mensaje divino, pues Dios mismo le da Su Espíritu
sin restricción. El Padre ama al Hijo, y ha puesto todo en sus
manos.”
(Juan 3:34-35) [NVI]
¡Claro
está! El hecho de que Pablo luzca o parezca -en cierta medida-
megalómano, narcisista, pueril y presuntuoso, no
lo desacredita
de un todo (aunque se muestren esas flaquezas que tenemos o
escondemos).
No
tengo manera de saber si todas esas trece epístolas fueron escritas
por él pero, Hebreos, no lucen como las otras cartas paulias, mismas
que se caracterizan por su ego.
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